Capítulo 4: Las Sombras de Valmont

Las calles de París estaban en calma, pero solo en apariencia. En las sombras, se tramaban conspiraciones, y **dARTgalán** lo sabía. Los rumores sobre la resistencia artística habían llegado hasta los oídos del **Vizconde Valmont**, un noble corrupto que había jurado destruir a los **Pintores Mosqueteados**.

"No podemos permitir que estos rebeldes sigan pintando murales por toda la ciudad", gruñía Valmont mientras caminaba de un lado a otro en su lujosa mansión. "Están desafiando mi autoridad, mi prestigio... ¡mi poder!"

El **Maestro de las Sombras**, siempre calculador, permanecía en una esquina de la sala, observando con calma el arrebato de ira de Valmont. "La autoridad y el poder no se mantienen destruyendo murales, Vizconde. Se mantienen controlando el miedo. Estos artistas han hecho que el pueblo comience a soñar con libertad, y eso es lo que debemos aplastar."

"¿Y cómo propones hacerlo?" —demandó Valmont, todavía agitado—. "¿Con pinceles también?"

El Maestro sonrió fríamente. "No. Con una redada. Sabemos dónde están. Solo tenemos que hacerlos caer en una trampa. La próxima vez que intenten pintar, caerán en las garras de la justicia, y eso será el fin de su rebelión."

Mientras tanto, en el otro lado de París, **dARTgalán**, **Claire** y **Lucien** debatían sobre su próximo movimiento. Sabían que Valmont estaba furioso, y que Richelieu y sus aliados no tardarían en responder. Pero también sabían que la batalla por el arte y la libertad debía continuar.

"Valmont es solo una marioneta", dijo **dARTgalán** mientras observaba un boceto de su próximo mural. "El verdadero poder está detrás de él. El Cardenal y el Maestro de las Sombras no pueden permitirse que el arte siga desafiando su control sobre el pueblo."

**Claire** asintió. "Pero no podemos detenernos. Cada mural que pintamos inspira a más personas a resistir. Y eso es lo que más temen."

**Lucien**, mientras tanto, jugueteaba con un pincel, una sonrisa juguetona en sus labios. "¿Sabes? Me pregunto cuánto pagaría Valmont por uno de nuestros murales. Tal vez deberíamos enviarle una factura."

**dARTgalán** sonrió, pero su mirada se mantenía seria. "Esta vez será diferente, Lucien. Sabemos que nos están cazando. Pero no dejaremos que nos atrapen tan fácilmente."

Esa misma noche, los **Pintores Mosqueteados** se dirigieron a su próximo destino: una plaza en el corazón de París, justo frente a uno de los edificios controlados por Valmont. Allí, en las sombras, comenzaron a trabajar en su mural. **dARTgalán**, siempre el primero en dar la primera pincelada, trazó las líneas de lo que sería una imagen poderosa: una figura que representaba al pueblo, alzándose contra las cadenas de la opresión.

Pero esta vez, no todo salió como esperaban. Mientras pintaban, las sombras parecían moverse a su alrededor. **Lucien** fue el primero en notar que algo no estaba bien. "Tenemos compañía", susurró, señalando hacia una calle cercana.

**Claire** se tensó de inmediato, y **dARTgalán** detuvo su trabajo, observando las figuras que se acercaban. Eran los guardias de Valmont, liderados por el **Maestro de las Sombras** en persona.

"Es una trampa", dijo **dARTgalán** con calma. "Nos han estado esperando."

"¿Y ahora qué?" —preguntó **Claire**, su mano lista para empuñar la espada.

**dARTgalán** observó el mural inacabado y luego sonrió. "Terminamos lo que empezamos. Que vean que no nos rendimos tan fácilmente."

Los guardias avanzaron rápidamente, pero los **Pintores Mosqueteados** no se dejaron intimidar. **dARTgalán**, con su espada en una mano y su pincel en la otra, se enfrentó al **Maestro de las Sombras**, sabiendo que esta sería una batalla de ingenio y fuerza.

"Has subestimado el poder del arte", dijo **dARTgalán** mientras esquivaba un ataque del Maestro. "Crees que puedes controlarlo, pero es algo que no se puede sofocar."

El Maestro de las Sombras sonrió fríamente. "El arte es solo una distracción. Y tú, mosquetero, eres una molestia que pronto desaparecerá."

La batalla fue intensa. **Claire** y **Lucien** luchaban con destreza contra los guardias, mientras **dARTgalán** y el **Maestro de las Sombras** se enfrentaban en un duelo a muerte. El sonido del metal contra el metal resonaba en la plaza, pero también lo hacía el suave trazo del pincel de **dARTgalán**, que continuaba trabajando en el mural a pesar de la lucha.

Al final, los **Pintores Mosqueteados** lograron escapar, pero no sin una última pincelada en el mural. Aunque inacabado, la imagen era clara: un pueblo alzándose contra la opresión, con las sombras de Valmont y el **Maestro de las Sombras** retrocediendo.

"No hemos terminado", dijo **dARTgalán** mientras observaba el mural desde la distancia. "Este solo es el comienzo. Las sombras de Valmont no serán suficientes para detenernos."

Y así, mientras París dormía, la resistencia artística continuaba, más fuerte y decidida que nunca.